Un buen día, Gérard-Philippe Mabillard llamó a nues- tras puertas envestido en su pasión por la fotografía y el cine, los ojos bien abiertos, impulsado por un sincero deseo de ayudar al prójimo y desbordando de esta energía que lo traslada desde su Suiza natal hasta tierras lejanas. Para fomentar el amor, hay que predicar con el ejemplo: Gérard-Philippe va mucho más allá, como podemos todos dar testimonio de ello. Solo le gustan los retos imposibles y los proyectos unificadores. Es un príncipe de los encuentros, de la emoción humana y de la poesía de la existencia. Con la libertad como credo según Cyrano de Bergerac: «Yo camino sin que nada reluzca en mi persona, en- galanado solo con mi independencia y mi franqueza», que solo se iguala a la filosofía de un tal John Ford: «Sé local, serás universal».